¿Cómo educan los indígenas a sus hijos?
El cómo y el por qué del aprendizaje en la familia y en la comunidad
Feliz navidad!! Me permito poner este bello texto en el que Ruth Paradise nos cuenta una historia relatada a ella por el educador Pueblo Joseph Suina.
Tomado de Paradise, R. (2011). ¿Cómo educan los indígenas a sus hijos? El cómo y el por qué del aprendizaje en la familia y en la comunidad. En: Frisancho, S.; Moreno, M. T.; Ruiz Bravo, P. y Zavala, V. (eds.) Aprendizaje, cultura y desarrollo. Una aproximación interdisciplinaria. Lima: Fondo Editorial de la PUCP. (pág. 51)
Era por los días de Navidad y me encontraba en una escuela de la localidad con niños que hablaban karo. La maestra se preocupaba de que sus alumnos más pequeños, los de preescolar, estuvieran siendo bombardeados con la versión de la Navidad propia de los centros comerciales: luces, brillo y juguetes.
Me dijo que, como sólo hablaban de estas cosas, quería imbuirles el significado verdadero de la Navidad a través de una actividad sencilla y concreta que podrían relacionar con su propia experiencia. Pensó que un pastel de chocolate podría servirle para mostrar a los niños que la Navidad es una conmemoración del nacimiento de Cristo, por lo que horneó un pastel para celebrar con ellos este nacimiento.
Cuando llegó el momento de destapar el hermoso pastel ante los alumnos y prender su única vela, los niños la miraban expectantes y ansiosos para comérselo. Cantaron alegremente la canción “Feliz Cumpleaños”, que habían aprendido en el cumpleaños de algún compañero, como si Cristo estuviese entre ellos.
Lo que la maestra no anticipaba -aunque estaba en la mente de todos sus alumnos mas no en la de ella- era la cuestión de quién iba a soplar la vela para apagarla. Por un momento los niños se miraban unos a otros. Al parecer, a ninguno le gustó la idea de tomar el papel de Jesucristo y apagar la vela.
Después de una breve discusión entre ellos, en la que la maestra no pudo participar porque no entendía su idioma, parece que los alumnos llegaron a una decisión. La maestra estuvo a punto de sugerirles el nombre de un niño que pudiera sustituir al “cumpleañero” cuando dos niños de cinco años se pararon y se acercaron al pastel.
Como si lo hubiesen practicado antes, uno de ellos lo tomó en sus manos y lo llevó con la vela todavía encendida, mientras que el otro se apresuró a llegar a la puerta y abrirla, con los demás niños siguiéndole. Como habían anticipado, el aire que entró desde afuera apagó la vela.
La maestra quedó asombrada y desconcertada de lo que había presenciado. Aunque había quedado excluida del proceso por la barrera del idioma y por la orientación religiosa de los niños, acerca de la cual sólo tenía información de segunda mano, me dijo que había aprendido mucho ese día. Para esos niños, Cristo, Dios, el Gran Espíritu, o cualquier nombre con el que se le quiere denominar, es el viento, la lluvia y la luz del sol.
No fue necesario imaginar al Cristo o al Espíritu porque los espíritus están siempre presentes alrededor y dentro de nosotros. La maestra intentó enseñar a estos niñitos pero admitió que aprendió mucho más de ellos de lo que ella hubiera podido enseñarles en todo el día.
Escrito por
Ph.D. en Psicología del desarrollo por la Universidad de Fordham, NY. Magister en psicología y psicóloga educacional por la PUCP.