#ElPerúQueQueremos

Normas sin mucho sentido

Publicado: 2013-08-19

He regresado de Piura donde participé de un encuentro internacional sobre juego y desarrollo. Se va a sacar una publicación con las ponencias así que cuando esta esté lista la difundiré por aquí. Ahora lo que quiero comentar es la única experiencia desagradable que tuvimos en los días pasados allá, que fueron, salvo este incidente, días maravillosos de aprendizaje, ayuda mutua e intercambio.

Seguramente lo que voy a contar sucede en muchos otros lugares del país, pero no por difundido es algo que tenga sentido. Se trata de lo siguiente: en la sede del gobierno regional de Piura, a donde fuimos para dar algunos alcances teóricos y metodológicos a las personas (usualmente voluntarios) que se encargan de las ludotecas en varios puntos muy deprivados de la región, nos encontramos con el cartelito de arriba.

Haciendo caso de esta indicación, el huachimán de turno no le permitió la entrada a uno de los miembros de nuestro equipo porque vestía con un pantalón que le dejaba ver unos 8 cm. de pierna, tal como se aprecia en la foto que sigue:

Yo -que no puedo con mi genio cuando veo este tipo de cosas- traté inútilmente de razonar con él, desde decirle que esos pantalones no eran de ninguna manera shorts (“yo los interpreto como shorts”, me respondió), hasta explicarle que se trataba de una persona que había venido desde fuera del Perú a apoyar esta capacitación de manera totalmente desinteresada y gratuita. Le dije que era uno de los expositores del evento al que, además, nadie había avisado de esta norma y que no era ni respetuoso con él ni ayudaba al público que nos esperaba ni a los objetivos del evento (que eran los del gobierno regional) que se le retuviera de esa manera en la puerta. Nada funcionó por supuesto, y lo único que logré fue que me pusiera cara de odio y nos amenazara a todos haciendo notar la pistola que llevaba en el bolsillo. Por supuesto, esto me acicateó aún más y no resistí hacerle todo un análisis crítico de lo absurdo de la norma, de su rigidez y su incapacidad de analizar su sentido y flexibilizarla, de la relación enfermiza con el cuerpo que se esconde detrás de reglas como esa, de lo ridículo que era poner en estos temas los esfuerzos en lugar de combatir la verdadera corrupción, y un largo etc.

El pobre vigilante habrá pensado que yo era loca. Y la verdad que sí, un poco, pero de indignación al ver cosas como esta. Porque, sin lugar a dudas, no tiene ningún sentido ni ninguna racionalidad que se regule de esa manera la indumentaria de las personas, en ningún lugar pero menos aun en una región tan calurosa como Piura. Es peor aún que a los invitados a un evento no se les ponga al tanto previamente de la norma, pues no hay mayor injusticia que aplicar una regla a alguien que no tiene conocimiento de ella. Todavía más triste y lamentable me pareció observar como las personas son incapaces de ser amables e interpretar las normas con cierta flexibilidad… si bien entiendo que no está en manos del vigilante tomar decisiones de esta naturaleza y que, desde un punto de vista de la conservación de su puesto de trabajo su conducta es racional, sí pienso que una persona más educada y con mayor desarrollo del juicio moral y del pensamiento crítico hubiera podido discernir y, al menos, intentar buscar una solución llamando a algún superior para hacerle la consulta. Como trasfondo, me queda simplemente la sensación de que estamos en el mundo de las puras apariencias y de que esta es también la manera en que lamentablemente se lleva a cabo la educación moral en las escuelas. El peso se pone en asuntos poco importantes, en convenciones sociales que deberían poder relativizarse cuando fuera necesario, en lugar de ponerse en los asuntos de fondo que tienen que ver con el respeto y con la dignidad de las personas.


Escrito por

Susana Frisancho

Ph.D. en Psicología del desarrollo por la Universidad de Fordham, NY. Magister en psicología y psicóloga educacional por la PUCP.


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